Fríamente desierta su pupila
la perversión del miedo le asedia las entrañas.
Sombra de obscuro ceño,
vendado bajará todas las tardes,
descenderá de filo como cuchillo cierto.
Un día partirá su corazón:
subirá la maleza,
sudor senil de los géneros viejos.
Estériles semillas,
eclipsadas pinturas,
hendidas voces,
campanarios sordos,
promesas de los dioses gangrenadas,
sangre seca, mañanas congeladas tantos años,
fósiles sonrisas.
Y un pesar subterráneo,
llanto muerto,
correrá confundido con el polvo.
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